Seminario de Filosofía

El sentido último de la educación consiste en el desarrollo de tus facultades como persona. El ejercicio filosófico —personal— resulta necesario para dicho desarrollo. Buscar educarse, poniendo límites al error propio, es en sí misma una aportación importante a la sociedad.

Thursday, November 21, 2013

Preparando la doceava sesión: Educación, escolarización y pasar la estafeta

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Contenido

Preparando la doceava sesión: Educación, escolarización y pasar la estafeta

Preámbulo

Texto disparador I: Analfabetismo injustificable

Texto disparador II: ¿Para qué filosofar?

Bibliografía propuesta

Preparando la doceava sesión: Educación, escolarización y pasar la estafeta

Preámbulo

El siguiente tema planteado para este seminario de introducción al pensar filosófico es el tema de la educación; tema que da pauta para continuar entrando en la filosofía, sin un final definido. Es decir, en este punto del seminario se puede constatar que la filosofía es mucho muy amplia pues ofrece un inagotable número de perspectivas que, en el nombre de la teoría, de la práctica, del análisis y de la síntesis, confirman la multiplicidad y complejidad de la realidad que habitamos. Por lo que hay material para muchas otras posibles sesiones, dentro de muchas otras etapas dables, en continuación y en cultivo de las semillas que cada quien procure a partir de lo aquí discutido.

¿Qué pensar y cómo actuar ante esa realidad múltiple y compleja? Esa ya es una pregunta que puede intimidar al adulto más maduro cuando se la replantea a sí mismo, cuánto más la cuestión de cómo orientar a otros que preguntan por dicha realidad, en especial a los jóvenes.

La idea de educación abarca la enseñanza, pero su cúspide está en el aprendizaje. ¿Qué es aprendizaje? ¿Qué relación tiene el aprendizaje con la capacidad de liberarse de toda clase de tutela, subordinación o dependencia?

Texto disparador I: Analfabetismo injustificable

¿Por qué más información no es igual a más educación y más conciencia? Quizá por las mismas razones que practicar el chismorreo no es igual a un mayor entendimiento de la realidad. Tal vez la distinción entre lectura para información y lectura para entendimiento pueda arrojar algo de luz ante dicha pregunta; distinguir, para iniciar, la cantidad de esfuerzo implicado puede aclarar la situación. En la lectura para información nuestro esquema actual de opiniones y prejuicios queda intacto, mientras que en la lectura para entendimiento se debe ejercer la facultad autocrítica para alterar dicho esquema. Con la lectura para información sigo siendo el mismo antes y después, con la lectura para entendimiento no es posible regresar al estado de conciencia anterior pues ya no soy el mismo.

Mucha información pero sin entendimiento produce el grave problema de ocultar o disimular mi analfabetismo, o incluso hacerlo pasar como sabiduría. Así, habría casos en los que pronuncio y vocifero mis opiniones sin tener conciencia de que estoy diciendo tonterías.

Creo saber una, o quizá más bien media, cosa sobre software y computación, y casi nada de campos como la filosofía, la ciencia, la historia o la teología, por lo que anticipo que mis opiniones y prejuicios actuales al respecto quedarán en breve derogados. Lo sorprendente para mí es escuchar una y otra vez, por años, las mismas razones por las que supuestamente no es posible cambiar en áreas como la política social o el proceso de creación de soluciones basadas en software. En esas áreas hay niveles de analfabetismo comparables a conservar nociones ya caducas en ciencia natural; por ejemplo, comparables a decir que el fenómeno de la gravedad es una fuerza de atracción o que el Sol es una bola de fuego. Señores, no digo que sea necesaria la erudición sino que el analfabetismo entre nosotros es inaceptable. No sería justificable condenar por su analfabetismo a quien debe partirse la espalda trabajando cada día para apenas sobrevivir, pero ¿cómo podría justificarse tal analfabetismo en quienes tenemos recursos y oportunidades, con acceso a la tecnología y a los libros?

Texto disparador II: ¿Para qué filosofar?

Considero al ejercicio de filosofar como una estrategia general para la educación o, aún mejor, para la auto-reeducación. Estar en el mundo también es pensarlo y, aún mejor, transformarlo; en el ejercicio filosófico está la posibilidad de empezar esa transformación por la parte más difícil: cambiar uno mismo. O como suelo decir: «El sentido último de la educación consiste en el desarrollo de tus facultades como persona. El ejercicio filosófico —personal— resulta necesario para dicho desarrollo. Buscar educarse, poniendo límites al error propio, es en sí misma una aportación importante a la sociedad.»

Además, filosofar es una acción, un ejercicio; uno muy relevante, especialmente ante los acuciantes problemas del mundo que habitamos. Y, como todo ejercicio, es posible mejorarlo —es decir, pensar cada vez mejor— por medio de combinaciones y armonizaciones constantes entre la teoría y la práctica, entre el análisis y la síntesis.

Para mí, algo indispensable en el filosofar es buscar expandir la conciencia de uno mismo por medio de la autocrítica; es decir, es casi seguro que mi mentalidad actual —cualquiera que esta sea— no es algo inédito, por lo que es muy probable que mis ideas no sean realmente mías sino copias de otras en la cultura circundante y que, sin saberlo cabalmente, mi mentalidad actual no coincida con quien realmente soy. No digo que sea posible, o fácil, substraerse de la cultura local sino que filosofar ayuda a tener mayor conciencia de dónde está la mentalidad propia en el panorama de dicha cultura, y a no quedarse con una vista sesgada por las polarizaciones y las propagandas alrededor. Filosofar puede ayudar a criticar la mentalidad propia ante la luz de un panorama más amplio del pensamiento humano.

Bibliografía propuesta

  1. Historia de la pedagogía. Nicola Abbagnano, A. Visalberghi. FCE. ISBN 978-968-160637-4.

  2. La formación del pensamiento crítico. Teoría y práctica. Jacques Boisvert. FCE. ISBN 968-167299-2.

  3. Cartas a quien pretende enseñar. Paulo Freire. Siglo XXI Editores. ISBN 968-231944-7.

  4. La educación como práctica de la libertad. Paulo Freire. Siglo XXI Editores. ISBN 968-230027-4.

  5. El sistema educativo mexicano. La transición de fin de siglo. Carlos Ornelas. ISBN: 978-607-161466-7.

  6. Multiculturalismo, interculturalidad y diversidad en educación. Una aproximación antropológica. Gunther Dietz. FCE. ISBN 978-607-160948-9.

Introducción a la crítica textual

La aportación acerca de este tema está en elaboración.

Thursday, January 24, 2013

Preparando la onceava sesión: Introducción a la crítica textual

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Contenido

Preparando la onceava sesión: Introducción a la crítica textual

Preámbulo

Texto disparador I: ¿Qué significa la Biblia?

¿Cómo lograr la exégesis? — Episodio I: El Espíritu Santo

¿Cómo lograr la exégesis? — Episodio II: ¿El Espíritu Santo?

Texto disparador II: ¿Significado bíblico absoluto?

Bibliografía propuesta

Preparando la onceava sesión: Introducción a la crítica textual

Preámbulo

¿Cómo aproximarse a los textos antiguos de una manera responsable y culta? ¿Cómo pueden ayudarnos disciplinas como la filología, la crítica textual y la historiografía para lograr interpretaciones justificadas de, por ejemplo, la Biblia o los escritos de Platón? ¿Cuán relevante es hacer la distinción entre una teoría histórica, una teoría filosófica y una teoría teológica?

Si la lectoescritura es un acto estético —es decir cimentado en nuestra destreza interpretativa— entonces el goce de tal acto, y la madurez para la que nos prepara, dependerán de nuestra habilidad para exhumar relatos fecundos donde los haya. ¿Cuánto mejoraría nuestra actual interpretación de algún texto al ubicarlo en su debido contexto histórico? La investigación crítica de la historia de textos antiguos, y de los diversos sistemas para su interpretación, es una manera disciplinada y mesurada para mejorar nuestras interpretaciones de dichos textos.

Texto disparador I: ¿Qué significa la Biblia?

¿Cómo podría el acto de interpretación bíblica ser un tema relevante para la cultura occidental? ¿Cómo ese tema puede tener alguna relación con los grandes problemas políticos y sociales del presente? La relevancia y una posible relación estarían basadas en aquella idea de la Grecia clásica, la idea en el dintel del oráculo de Delfos: «conócete a ti mismo»; es decir, para aquellos que buscamos el entendimiento de nuestra situación presente, sea esta social, política o económica, si no hallamos en nosotros mismos las explicaciones entonces tampoco podremos hallarlas afuera de nosotros. La destreza para interpretar nuestra realidad tiene una estrecha relación con la destreza para interpretar algunos textos antiguos que han influido en nuestra cultura.

El amplio y diverso conjunto cultural conocido como «occidente» tiene, también, una marcada y definitoria influencia milenaria de las tradiciones religiosas abrahámicas. Por lo que, para entender nuestros problemas, y la manera en cómo pensamos sobre ellos, así como los alcances de las típicas soluciones occidentales a los mismos, necesitamos, además, conocer a fondo las ideas en esas tradiciones religiosas abrahámicas. Para lo cual debemos reconocer que el campo de investigación al respecto es amplísimo, y entonces es requerida la capacidad para mantener nuestra atención durante el desarrollo tanto de los temas históricos como de los temas teológico-filosóficos; de otra manera, sin esa capacidad para sostener la atención, quedaríamos relegados a perspectivas sesgadas y de valor marginal.

Sostener la atención implica contar con un programa propio de investigación con el cual recorramos la diversidad y la amplitud de las provincias intelectuales en ese vasto campo. Para algunos tomaría meses de esfuerzo continuo lograr una vista de conjunto sobre el tema, para otros tomaría años, para otros, como yo, quizá toda la vida y sin esperanza de completar tal concepción. Pero el recorrido tiene preeminencia pues ofrece los frutos intelectuales y espirituales más apreciables; tanto es así que incluso intentar el recorrido es más relevante que alcanzar la —quizá imposible— meta.

Una de las preguntas, para mí, impulsoras en el recorrido es: ¿cuál es el significado de los textos bíblicos? Es decir, ¿cómo llega a mi mente el significado bíblico? ¿Cómo logro la exégesis? Reflexiono al respecto en forma de una ficción literaria, en dos episodios: ¿Cómo lograr la exégesis? — Episodio I: El Espíritu Santo, y Episodio II: ¿El Espíritu Santo?

¿Cómo lograr la exégesis? — Episodio I: El Espíritu Santo

—Agradezco el tiempo que me concede señor obispo, para unas preguntas que me aquejan por las cuales necesito su pastoreo.

—Estoy a tu servicio hijo mío, estoy aquí por Designio de Dios como encargado de sus ovejas y me place asistir a ese designio. ¿Qué me quieres preguntar?

—Es en relación a la lectura de la Biblia, señor obispo: ¿cómo puedo saber lo que significan algunos pasajes difíciles? Por ejemplo, Jesucristo dice en una parte que no vino a traer la paz sino la guerra, en Mateo 10:34, y en otra parte, poco después, dice que es necesario perdonar incluso a quien nos hace mal, en Mateo 18:15-22. Y también, por otro lado, cuando Jesucristo indica, en Marcos 16:14-18, que los cristianos serán reconocidos, además, por agarrar serpientes o por tomar veneno, y no sufrir daño alguno.

—¿Has olvidado mis lecciones cuando leímos esos versículos?

—No me refiero, señor obispo, a sus lecciones, sino a cómo yo sabré, en general, que ya he logrado obtener el significado divinamente inspirado en esos y tantos otros pasajes que quiero entender.

—Comprendo hijo, tu interés es de tipo teológico, en particular de tipo exegético. La exégesis bíblica, hijo mío, es el depósito que Dios hace en la mente de una persona a través de la obra y de la gracia del Espíritu Santo.

—Entonces, ¿cómo se logra la exégesis bíblica? Pues, ahora que lo menciona, recuerdo haber leído algo sobre un término...hermenéutica, me parece, la cual es el estudio de los distintos sistemas de interpretación, y parece toda una disciplina que requiere mucho estudio. Pero no comprendo cómo pueden todos esos estudiosos estar tan errados, pues Dios claramente dice en la Biblia, en 2 Pedro 1:19-21, que Su Santa Palabra no es algo que deba o pueda ser libremente interpretado. Dígame usted señor obispo: ¿es Voluntad de Dios que alguien como yo pueda lograr la exégesis de Su Palabra? ¿Cómo?

—La exégesis es una acción del Espíritu Santo y, por tanto, ocurre por Designio Divino, pero claro que nosotros podemos hacer nuestra parte y si es Su Voluntad entonces podremos ser sujeto de dicha Acción Divina.

—¡Dígamelo de una vez, señor obispo! ¿Cuál es mi parte?

—Pues lo he dicho en muchas ocasiones, hijo mío, constantemente lo repito en las reuniones de la iglesia: la comunión con Jesucristo. Lo que está en tus manos es vivir plenamente todo lo que implica la vida en iglesia, ya sabes: leer tu Biblia todos los días, estar en comunión fraternal y constante con los fieles cristianos, que son tus hermanos espirituales, hacer oración todos los días para estar lejos del pecado, compartir tu fe con los que aún están condenados, hacer ayunos, obras de caridad, el pago puntual y honesto de los diezmos semanales, predicar a los infieles invitándolos a la iglesia para que abandonen su vida pecaminosa, etcétera, etcétera. ¡En fin! Abrazar con amor y esmero todo el pastoreo que tus líderes espirituales tan bondadosamente te ofrecemos con cariño, pues es la misión que Dios nos ha encargado.

—Comprendo ahora señor obispo. Digamos que la exégesis puede ocurrir al crecer espiritualmente, es una manera en la que Dios recompensa a sus hijos más fieles.

—Exactamente, hijo mío, lo has entendido muy bien. Pasemos ahora, aprovechando la ocasión, a platicar de cómo vas con tus deberes en tu vida en iglesia, cuéntame...

¿Cómo lograr la exégesis? — Episodio II: ¿El Espíritu Santo?

—Pues parece que estaré en esta sala de espera por un rato, mi vuelo se retrasó. ¿Es también tu caso?

—Así es, ya hice varias llamadas para avisar que llegaré tarde.

—Veo que lees un libro sobre hermenéutica bíblica. Por un momento me hiciste recordar una plática, hace muchos años, que tuve con un obispo sobre el tema de cómo lograr la exégesis bíblica. Me asombran cuán diferentes son mis conclusiones de ahora, comparadas con las de aquel tiempo de fervor y juvenil devoción.

—De una u otra manera el contacto con el estudio bíblico profundo nos cambia, para bien o para mal.

—Interesante que lo menciones. ¿Cómo podría ser para mal?

—Bueno, quizá fue una exageración expresarlo así. Pero me hiciste recordar el dilema ético que me asalta ahora que regreso desde el seminario hacia mi comunidad natal en mi país, quienes con sus diezmos financiaron toda mi carrera académica durante mis años de estudio en un prestigiado y costoso seminario cristiano.

—¿Dilema? ¿Te refieres, quizá, a cómo retribuirás a su generosidad?

—No exactamente, sino a cuál camino elegir para el contenido de mi consejería eclesial en general y de mis sermones en la escuela dominical. Conozco la mentalidad de mi comunidad natal, pues ellos me enseñaron a dar mis primeros pasos en el cristianismo y a cómo mantenerme fiel a Dios. Por mis visitas ocasionales, y por toda la correspondencia, sé que ellos, principalmente los diáconos y el clero local en general, mantienen esa mentalidad y todos los chicos siguen siendo enseñados con ella.

—Creo entonces inferir el dilema: lo que aprendiste en el seminario no se parece en nada a lo que aprendiste durante tu infancia y, ahora, debes decidir si enseñarás la misma tradición local o si explicarás con claridad que las creencias no son exactamente como se han difundido tradicionalmente, ¿cierto?

—Sí, así es. Lo que no deja de sorprenderme es la facilidad con la que, aparentemente, los otros miembros del clero local han superado este dilema, pues quienes ya han cursado la misma carrera, en el mismo seminario, no hace mucho tiempo, no sólo han continuado con las mismas creencias tradicionales sino que incluso las han reafirmado y llevado a un nivel más intolerante y obcecado. Por ejemplo, las creencias que han sido causa de un aumento en la homofobia en esa mi tan querida comunidad natal.

—Comprendo tu dilema ahora. Para mí, en su momento, no representó ningún dilema. Mi fervor y mi juvenil devoción a Dios, con las que en primer lugar me acerqué a la vida en iglesia, es decir a la comunidad de fieles, formaron parte de lo que luego me orientó para decidir mejorar mis creencias por encima de lo que las jerarquías clericales dictaran, ¡y vaya que tienen por costumbre hacer eso!

—¿Eres un ministro de culto cristiano o sacerdote católico?

—No. Para mí llegó a ser claro que la vida secular y laica es lo mío; y además, que en esta vida puedo consagrarme, aún en un mayor grado, a los valores y principios causa de mi fervor y de mi devoción desde la infancia: lo humano.

—¿Aun en un mayor grado? ¿Me puedes ofrecer un ejemplo?

—Pues ese mayor grado ha significado, por ejemplo, abrir las puertas de mi mente para intentar comprender lo diferente a mí, lo diferente a mi minúscula cultura local. Lo humano es algo muy amplio y para no reducirlo tan sólo a mi sesgada cultura local necesito romper con los esquemas de la religión institucionalizada. La religión, entendida con profundidad antropológica, es para el florecimiento y el disfrute de la persona humana, individual; no al revés, la religión no es para que el individuo se someta ante las religiones institucionalizadas tradicionales y sus jerarquías clericales anquilosadas. Así entendido, para mí fue muy fácil la decisión de mandar a la religión organizada al carajo, por muchas buenas razones, entre ellas, porque esa jerarquía clerical usurpa con facilidad, por ignorancia o por perversión, lo que de otra manera fuese una ayuda para que los individuos quedaran libres de las cadenas de, por ejemplo, la homofobia, la misoginia, o la xenofobia. En general, libres de todo ese miedo a lo aparentemente diferente, a lo percibido como distinto, complejo y diverso.

—¡Caracoles! ¿Cursaste también una carrera teológica en el mismo seminario que yo? Pues comprendo que los sistemas de interpretación bíblica también ofrecen soporte para perspectivas como la que mencionas, y en términos equivalentes al soporte para cualquiera de las perspectivas tradicionales. Hace un momento mencionaste que tiempo atrás platicaste sobre exégesis y hermenéutica con un obispo, ¿me podrías arrojar un poco de luz sobre tu recorrido a la fecha, cómo formaste tu perspectiva actual?

—No estudié en ningún seminario, pero a puro ímpetu de indagación he participado en muchos eventos, debates y comunidades donde los profesores de esos seminarios ofrecen generosamente sus conocimientos y sus métodos de estudio bíblico a quienes estén interesados. Acerca de mi recorrido, recuerdo que seguí fielmente lo que aquel obispo me indicó para hacer mi parte en relación a la exégesis. Mi principal motor era la idea de poder entender la opinión de Dios, aquello que fue divinamente inspirado, y que supuestamente ahora nos llega en forma del texto bíblico.

—Permíteme adivinar: la comunión con Jesucristo, en la vida congregacional de la iglesia.

—Exacto.

—Lo sé pues fue lo mismo que me enseñaron de niña en mi querida comunidad natal, la cual ha hecho un considerable esfuerzo, no sólo económico sino especialmente de apertura histórica en algunas de sus creencias, al financiar la carrera teológica de la primera mujer que envían al seminario.

—Pues, regresando a mi recorrido, te cuento resumidamente que la supuesta comunión con Jesucristo, por lo menos como la enseñan en la religión institucionalizada, resultó inconsistente con la idea de un mensaje coherente proveniente de una sola persona divina. Me explico: si tal comunión es el medio para la exégesis entonces algunos de los miembros con mayor tiempo de vida en iglesia, y mayor jerarquía, habrían sido sujetos de la acción del Espíritu Santo, pues así se explicaría el elevando nivel de exigencia que demandan de la comunidad para que obedezcan todo lo que dictan en sus sermones cotidianos. Después de varios años de observación y reflexión sobre la conducta y sobre el discurso de una variedad de estos supuestamente sujetos de exégesis por obra y gracia del Espíritu Santo, los cuales dictan creencias y exigen conductas no sólo con un elevado grado de subjetividad sino en franca contradicción, reconocí, por honestidad intelectual, que ese no era el medio hacia la exégesis.

—Sí, estoy al tanto que, probablemente más por ignorancia que por perversión, se ha abusado del método devocional de estudio bíblico, y que se ha aplicado para lo que no es. Sin mencionar que, por tanto, los resultados son muy inferiores a los de otros métodos de estudio e interpretación bíblica, como el método histórico-crítico, o también llamado criticismo alto, o alta crítica. Por favor continúa.

—De acuerdo, así que regresé, en esa época, a la alternativa que con anterioridad había escuchado: al estudio hermenéutico de la Biblia como medio para la exégesis. Me enteré de la diversidad de sistemas de interpretación bíblica y de su adecuada aplicación; de que la historiografía bíblica no ofrece bases para afirmaciones absolutistas, pues, por ejemplo, no tenemos acceso a ningún manuscrito autógrafo, es decir original, de los textos bíblicos pues se perdieron y, por tanto, no hay manera de lograr una exégesis directa a partir de las palabras originalmente pronunciadas...

—Quizá en alguna época solías imaginar, así como yo cuando niña, a Jesucristo hablando, o a Pablo o a Poncio Pilatos, y pronunciando de pie palabras en español, como en una escena de película en la cual me imaginaba a mí misma escuchando a pocos centímetros de distancia, las mismas palabras en español que leía en mi primera Biblia, que con tanto cariño me obsequió mi consejero eclesial asignado en turno, sin caer en cuenta que dichas palabras en español tan sólo son una exégesis de alguien más a partir de otro idioma que no es el que usaron para pronunciarlas por primera vez, si es que fueron pronunciadas y no sólo interpretadas y escritas al crearse el texto bíblico. Perdón, continúa.

—Sí, veo que compartimos esa misma vívida imaginación infantil y juvenil. Continúo. Pues así supe que para traducir de un idioma a otro es necesario primero hacer exégesis, es decir hacer una interpretación del significado, para luego poner ese significado en palabras de otro idioma. Por tanto, supe de la larga cadena de exégesis que hay desde la lectura de mi Biblia actual, escrita en español contemporáneo, pasando por toda la historiografía bíblica, por siglos y siglos de ambientes culturales y lingüísticos diversos, hasta la primera exégesis, inalcanzable para nosotros por las razones históricas ya mencionadas, cuando alguien interpretó lo escuchado, no sé si en arameo o en otro idioma, y lo puso por primera vez en palabras del idioma del texto bíblico original, que en el caso del Nuevo Testamento posiblemente se trata del griego antiguo.

—El cual, me refiero al manuscrito original, y como ya mencionaste, nuestra época contemporánea desconoce y, por ende, no hay manera de cotejar para resolver la intrincada red de relaciones entre las discrepantes copias existentes. Pero ¿cómo fue que esto te llevó a concluir en contra de la creencia de un solo Dios como persona coherente?

—Yo no dije eso, permíteme aclararlo: yo dije que la creencia de la comunión con Jesucristo como medio para la exégesis es una creencia cuyas bases no la sostienen, pues si no fuese ese el caso entonces todas las exégesis, tanto las de los traductores como las de los clérigos que exigen obediencia, serían al menos fragmentos de una sola intención coherente, todas formarían en su conjunto la supuesta voluntad de Dios inspirada y revelada a la Humanidad para su salvación.

—Pero, como no hay consistencia o uniformidad entre la diversidad de exégesis, y es evidente que lo menos que hay en las religiones abrahámicas, desde la antigüedad, es uniformidad exegética, entonces no se puede afirmar que hay un solo mensaje coherente que se pueda decretar como “la voluntad divina”, ¿cierto? Pues estoy muy al tanto del grado de validez y de soporte para tal conclusión. Es una de las perspectivas que estudié en el seminario, y durante varios semestres, empezando con mis clases sobre crítica textual.

—Con eso justamente iba a concluir el breve relato de mi recorrido a la fecha. Agregaría que ejercer la hermenéutica y la exégesis es algo común para el desarrollo cultural, no sólo en el ámbito teológico sino también en el ámbito filosófico y otros.

–Claro, de hecho, aparte de la práctica constante de la hermenéutica o interpretación bíblica, también se practica la hermenéutica filosófica, la hermenéutica jurídica, etcétera. Vaya, que hacer exégesis, o llegar al significado de un texto, debe ser para lo que cualquier persona que se cultive a sí misma debe prepararse con esmero.

—Precisamente, de ahí que actualmente estoy preparándome en los requisitos para ejercer con esmero la hermenéutica. Recuerdo mi primera incursión en el tema, me quedó muy claro que para abrirme paso en la hermenéutica necesitaba primero muy buenas bases en otros campos, pues son como antecedentes indispensables; por ejemplo, el ejercicio filosófico amplio, balanceado, y profundo.

—Muy bien, muchas gracias por esta agradable conversación, creo que reflexionar al respecto de todo esto me ayudará con mi dilema ético.

—El placer ha sido todo mío. Parece que podremos, si gustas, seguir platicando sobre otros temas relacionados, como por ejemplo sobre el futuro de la religión...

Texto disparador II: ¿Significado bíblico absoluto?

Un punto clave del anterior Texto disparador I consiste en la importancia de tomar conciencia de que los textos antiguos no deben interpretarse a la ligera pues las consecuencias son graves; como las provocadas por el literalismo devocional. Además, si alguien elige aproximarse a esos textos desde perspectivas históricas o perspectivas teológicas entonces necesita, por ende, entender primero qué es una interpretación histórica y cómo se formula una teoría teológica. Además de entender que tales teorías tienen ámbitos completamente diferentes y no pueden combinarse sin incurrir en problemas cuyas soluciones son muy endebles y muy difíciles de justificar debido a su poca plausibilidad.

Tomar conciencia de la preparación requerida para interpretar esos textos antiguos me lleva a sospechar que muy pocos eruditos han podido interpretarlos debidamente sin caer en los excesos típicos; como el tropiezo de presentar una teoría teológica como si fuese una teoría histórica plausible. Ante un escenario como el que implica esta toma de conciencia no ha faltado quien intente justificar todo aparato clerical con base en la idea de que el papel de los clérigos es interpretar y el papel del individuo es acatar, pues los clérigos tienen la preparación para interpretar, y el individuo no. Y que si dejáramos que el individuo los interpretara libremente entonces la religión sería un caos total. Pero pregunto, ¿no es acaso ya un caos? Ante lo cual se me ha respondido que el caos sería aun peor. Y ahí es donde difiero: eso último no lo sabemos de hecho.

Me explico: sí sabemos que interpretaciones torpes han causado lo negativo del cristianismo o del judaísmo o del islamismo —las tradiciones religiosas abrahámicas—, pero de hecho no sabemos qué sucedería si al individuo común, e interesado en religión, se le informa debidamente de los peligros al interpretar y se le prepara para hacerlo. Si la premisa es que el individuo común es “flojo, lerdo y malo por naturaleza” pues ni siquiera hay que intentarlo. Pero esa premisa es tramposa pues no es causa sino un efecto de, precisamente, los sistemas religiosos adoctrinantes; por lo que tal premisa es inválida.

Un individuo preparado para interpretar textos antiguos es un individuo que no caería fácilmente en los excesos de la religión vulgar —es decir, descuidada— pues dicha preparación conlleva haberse formado la conciencia de lo poco que realmente podemos saber sobre el significado absoluto de dichos textos. Ese individuo abrazaría a la diversidad y, por ejemplo, valoraría más al amor o la compasión por encima de “La Verdad” y el pensamiento sectario de “ellos” y “nosotros”, pues dicha conciencia no le aportaría bases para esos excesos.

Un peligro es caer en esas perspectivas cortoplacistas que rechazan todo aquello que no es “práctico” simplemente porque no se ajusta a sus agendas institucionales. Y se entiende su posición pues lo que les importa es la preservación de sus instituciones, y no realmente el bien del individuo.

Calculo que muchos individuos preparados estimarían que las interpretaciones en clave poética de los textos antiguos son de las que pueden arrojan más frutos espirituales y, por lo tanto, lo negativo de la religión disminuiría considerablemente pues ese tipo de interpretaciones satisface de mejor manera el desarrollo del sujeto —es decir de su subjetividad— y, además, el individuo se liberaría del peso de “La Verdad”. Claro, esto si partimos de la premisa donde la religión no es para las instituciones o corporaciones religiosas sino para el individuo.

Bibliografía propuesta

  1. Manual de Critica Textual: Edición de textos griegos. Alberto Bernabé Pajares. Ediciones Akal. ISBN 978-84-460-2945-8.

  2. Fundamentos de crítica textual. Germán Orduña. Arco Libros. ISBN 847-63-5621-8.

  3. Crítica textual. Un enfoque multidisciplinario para la edición de textos. El Colegio de México. ISBN 978-60-746-2019-1.

  4. Cristianismos perdidos: Los credos proscritos del Nuevo Testamento. Bart D. Ehrman. Crítica. ISBN 978-84-989-2042-0.

  5. La historiografía. Charles Olivier Carbonell. Fondo de Cultura Económica. ISBN 968-1613-90-2.

  6. La filosofía y su historia - Cuestiones de historiografía filosófica. Jorge Gracia. Instituto de Investigaciones Filosóficas. ISBN 968-3666-95-7.

  7. The Canon of the New Testament: Its Origin, Development, and Significance. Bruce M. Metzger. ISBN 978-0198269540.

  8. The Text of the New Testament: Its Transmission, Corruption, and Restoration. Bruce M. Metzger. Bart D. Ehrman. 4th Edition. ISBN 978-0195161229.

  9. The Living Text of the Gospels. D. C. Parker. ISBN 978-0521599511.

  10. The New Testament: A Historical Introduction to the Early Christian Writings. Bart D. Ehrman. ISBN 8-0195322590.

  11. An Introduction to the New Testament Manuscripts and their Texts. D. C. Parker. ISBN 978-0521719896.

Estética y pensamiento creativo

La aportación acerca de este tema está en elaboración.

Tuesday, May 8, 2012

Preparando la décima sesión: Estética y pensamiento creativo

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Contenido

Preparando la décima sesión: Estética y pensamiento creativo

Preámbulo

Texto disparador I: Realidad y ficción

Referencias

Texto disparador II: La medida del hombre

Texto disparador III: La religión como poesía

Bibliografía propuesta

Preparando la décima sesión: Estética y pensamiento creativo

Preámbulo

El ejercicio filosófico incluye, también, la reflexión sobre el papel que juega el arte en la vida humana. Pensar acerca de la devoción a la belleza y la reverencia a lo sublime ofrece otro vasto panorama, lleno de provincias diversas, de indagación sobre la vida interior de la persona. Por medio del arte también conocemos más a uno mismo, en el placer de los sentidos y del espíritu humano. El sujeto y la expresión de su sensibilidad como campo de reflexión hacen de la estética filosófica, también, otra herramienta para transformar a uno mismo desde esa vida interior y no sólo en la superficie.

¿Qué significa ser un creador? ¿Es la creatividad un ingrediente clave para una vida más divertida, interesante y plena? ¿Qué relación puede tener alguien común y corriente, como yo, con la filosofía del arte y de lo bello, o con el ejercicio estético y creativo? ¿Cómo la creatividad conceptual puede ayudar a un individuo a cambiar sus propias ideas y percepciones?

Así como el pensamiento científico está cada día a nuestro alcance —cuando conocemos qué es la ciencia y cómo se elabora— así también la reflexión sobre la belleza y sobre la destreza humana están ahí, como parte de lo que el humano es y puede ser capaz, para ayudarnos a habitar nuestra realidad y para evolucionarla.

Texto disparador I: Realidad y ficción

¿Qué papel juega algo como el arte, como la ficción literaria y el ejercicio estético en la vida del animal humano? Y, quizá también muy relevante, ¿qué papel juegan en la transformación de esa vida? ¿Es posible transformar nuestra sociedad también por medio del arte?

Este breve texto que escribo «aquí», y que usted respetable lector interpreta «allá», no intenta ser un texto propagandista con ideas ya por completo terminadas y bien formadas, listas para consumo cuales productos manufacturados en masa. Sugiero sirva este texto como una invitación a la contemplación y a la meditación sobre la relación entre realidad y ficción, entre lo real y lo posible. Propongo, además, considerar que ese «aquí» y «allá» no son en realidad dos ámbitos distintos sino un solo —muy extenso— ámbito cimentado en nuestra naturaleza neurobiológica: ese prodigio del mundo natural llamado mente humana —toda ella, tanto la mente consciente como la mente inconsciente.

El tipo de contemplación que implica el ejercicio estético incluye ese rasgo de diversión y deleite, ese rasgo «recreativo» que suele estar asociado a lo que nos gusta y disfrutamos, pero también a lo que nos aterra y nos hace temblar —en general a la vivencia y exploración de nuestra «sensibilidad subjetiva». Hay dos conceptos clave resaltados en este párrafo que elaboro brevemente a continuación:

Primero, nuestra «sensibilidad subjetiva» y “el mundo real” no están hechos de algo radicalmente distinto al material de nuestros sueños. Consideremos el porqué. La manera más demostrada para conocer lo que hay afuera de nuestra propia mente es al estilo científico. Pero ese estilo, por supuesto, no es conocer por el principio de autoridad, en particular de ninguna autoridad científica, sino por el desarrollo y la aplicación de nuestro propio pensamiento crítico individual. Aun así, el conocimiento científico es corregible y es mutable; es decir, la realidad científica no es absoluta sino que sus perspectivas —por ejemplo el realismo crítico— ante el conocimiento están abiertas a cualquier posibilidad que demuestre un mejor soporte para entonces tomar su lugar como una nueva realidad científica aumentada o mejorada. Y así, esa nueva realidad científica tendría un mayor alcance para explicar, predecir, describir y controlar el mundo “allá afuera”, afuera de nuestra propia mente. Pero de ese mundo de afuera sólo sabremos aquello dentro de los límites neurofisiológicos de nuestra propia biología. Al mundo afuera sólo podremos conocerlo a través de la ventana de nuestro cerebro humano y el factor de la fisiología cerebral no podría ser removido de la ecuación del conocimiento. Por tanto, un rasgo de una posición científica es la sobriedad para aceptar que habrá aspectos del mundo “allá afuera” ante los cuales es preferible escoger una incertidumbre articulada en lugar de una certeza desarticulada. Un excelente texto, de Juan Rodes, con reflexiones epistemológicas, tiene el título: «La realidad según la ciencia y el constructivismo» [A]. El texto de Juan Rodes me parece un muy notable texto para reflexionar, para indagar más al respecto y para hacer ajustes o remplazos en no pocas de nuestras opiniones sobre “el mundo real” que dicen algunos —en tono absolutista— no puede ser cambiado por los individuos.

Segundo, el rasgo «recreativo» del arte implica crear algo nuevamente o expresar algo nuevo sobre lo ya existente [B]. El narrar relatos sobre la realidad es algo que los humanos siempre hemos hecho para habitar dicha realidad. No es posible hacerlo de otra manera pues no tenemos acceso directo al mundo en sí, al mundo “allá afuera” ya mencionado. A lo largo de la historia de nuestra especie esos relatos han sido diversos y cada vez más sofisticados —estos rasgos provienen de nuestros diferentes niveles de destreza para interpretar lo real. Estos relatos cumplen una función vital para habitar nuestra realidad y para transformarla. Otro nombre que se ha dado a estos relatos en el estudio de la filosofía de lo humano —antropología filosófica— es el de «mitos». Pero mito no como sinónimo de patraña sino como interpretación simbólica basada en el lenguaje —lenguaje como rasgo humano con el que se crean esos relatos para interpretar lo real y para transformarlo [C]. De ahí, en parte, proviene el poder de la ficción literaria como un ejercicio relevante en el humano para entender lo que es nuestro mundo y, así, entendiéndolo entonces transformarlo.

Por ejemplo, recién imaginé y escribí un par de narraciones, dos intentos para ejercitarme en la escritura de ficción literaria. Por supuesto, no es que haya existido un joven conversando con una mujer en la apacible orilla de un río [D], ni tampoco que exista un Anciano Prelado pronunciado un discurso [E], la «existencia física» concreta, en tiempo y espacio, no es el punto del relato sino que ese tipo de conversaciones y ese tipo de discursos «existen» de alguna y muchas maneras.

Referencias

[A] La realidad según la ciencia y el constructivismo — disponible desde cualquiera de las siguientes dos páginas en Internet: primera, o segunda.

[B] El arte como molde

[C] Mito y transformación

[D] Una ficción

[E] «¡Hay un Dios Vivo!»

Texto disparador II: La medida del hombre

La mención de la creatividad suele asociarse con algo positivo. Por ejemplo, el compositor de una magnífica sinfonía clásica, o quien creó la primera computadora personal (Steve Wozniak), o quien compone la última canción de moda que “todos” quieren tener, por su creatividad llegan a recibir calificativos de ¡genios!

La creatividad —la facultad de creación— parece algo muy buscado, especialmente por quien quiere vender sus efectos. Pero me parece que no están buscando realmente la creatividad sino la innovación. La diferencia consiste en que la innovación abarca un rango de destrezas distintas que aquel necesario para la creación. El creador puede hacer surgir algo a partir de su destreza creadora, pero el innovador, por otro lado, es capaz de hacer concreto el valor de lo creado en las manos de otras personas; quienes podrían no contar ni con la capacidad creadora ni tampoco estar próximos al creador de origen. En ese sentido está claro el mérito de ambos, creador e innovador, y así me explico el mérito, por ejemplo, tanto de Steve Wozniak como de Steve Jobs.

Sin embargo, el sentido de la dependencia va de la innovación hacia la creación: no hay nada por innovar sin estar precedido por la destreza creadora. Por tanto, coincido con lo expuesto en el siguiente artículo: Why Are There No Successful Innovation Initiatives? Pues si bien la innovación puede ser una tarea de equipo, ya sea en forma de un proyecto de resolución de problemas o incluso un proyecto de ejecución táctica, ambos con marcado énfasis en el esfuerzo cooperativo, la creación, por otro lado, no se aclimata entre las jerarquías mentales, y mucho menos si estas son rígidas y anquilosadas. El caldo de cultivo para la creatividad se echa a perder ante las normas, los estándares, la obediencia, y la burocracia en general. Para que la creatividad dé frutos suele requerirse un considerable grado de libertad, autonomía, y de riesgo por muchos “re-trabajos”.

Por lo que una organización que se vanaglorie por su creatividad y busque ser coherente al mismo tiempo, deberá primero tomar conciencia del lugar real que tiene la creatividad entre sus políticas burocráticas.

Ahora, la creatividad implica novedad, algo no experimentado antes. Si eso se percibe como positivo para el libre mercado o la ciencia ¿por qué la creatividad está proscrita en algunos ámbitos de suma importancia para la cosmovisión del ser humano, por ejemplo, en el campo de la religión? En particular, ¿por qué permanecer con agotadas teologías de corte dogmático que tan sólo aportan para los problemas de la Humanidad? Por ejemplo, las misóginas teologías que afirman que Dios es de género masculino, y por tanto, lo masculino es lo único capaz de fecundar. ¿Hasta qué punto esto se sostiene hoy en día? ¿No es acaso evidente que tal teología pertenece a un tiempo pre-científico?

De ahí mi curiosidad por la descripción de la fase tres del artículo ya referido al extrapolarla a otro contexto: el contexto de la religión institucionalizada. Pues hace poco escuché la respuesta de una persona en una posición jerárquica dentro de una institución religiosa al preguntarle sobre la mención de los conceptos de la teología de la liberación en sus sermones. Su respuesta fue algo así: “Yo tengo cuentas por pagar y muchos compromisos financieros, yo ya no estoy ni para mejorar mis convicciones ni para intentar cambios en cómo funciona la doctrina actual”.

¿Es acaso que las corporaciones tienden a imitar a quienes consideran modelos a seguir –como los prelados eclesiales? ¿Cuántas personas en posiciones jerárquicas corporativas o gubernamentales considerarán como un servicio a Dios o una misión divina lo que hacen, y que incluso se consideren estar en dicha posición jerárquica debido a la voluntad de Dios, y que, por tanto, no pueden estar equivocados en su proceder, pues consideran sus decisiones casi como de inspiración divina?

Los excesos del iluminismo en religión —la pretensión de tener una relación personal y directa con Dios— se pueden ver tanto en gobiernos ultra-conservadores y sus contra-partidas corporativas. ¿No acaso está presente el ritual de algunos presidentes de hacer juramentos ante la Biblia y al mismo tiempo ordenar todo tipo de guerras en contra de quienes no se sometan a los dictados de su gobierno y se atrevan a tener un Dios distinto?

Pero, ¿acaso esta mentalidad es exclusiva de los prelados jerárquicos? ¿Acaso no también se observa a toda escala social? Como dice un muy estimado amigo: «A toda escala pasa. Algo tiene el poder que el ser humano se ve seducido y se sojuzga».

Lo dejó escrito Aristocles (Platón):

«La medida de un hombre es lo que puede hacer con el poder que tiene»

Texto disparador III: La religión como poesía

¿Será posible que el ser humano pueda permanecer privado por completo de interpretaciones religiosas de su propia vida y del mundo?

En el contexto de las tradiciones religiosas abrahámicas, la fe parece ser una disposición con la que se cuenta por completo o se carece del todo, es decir, no se aceptan niveles de fe. ¿Cómo entender la exigencia de fe por parte de la religión? ¿Por qué la fe es una obligación en el ámbito religioso? Es cierto que la fe como confianza es requisito indispensable para vivir, incluso para iniciar un día es necesario no reconsiderar el supuesto que aparecerá el Sol por el horizonte, esa es la fe animal descrita por George Santayana. Por otro lado, y en el contexto señalado, estamos hablando de la fe teologal, la que, en el caso del cristianismo, dictó dogmáticamente la comunidad que después llegó a ser la iglesia dominante en la Roma antigua. La época actual heredó ese dogma ante el cual se exige una confianza absoluta. Pero, ¿cuál patrón de consistencia podría sostener una confianza absoluta?, ¿sobre qué se basa dicha confianza?, ¿en cuál ámbito se justifica el nivel de confianza exigido por la religión?

Para entender la fe teologal, como certeza articulada, es necesario explicarla en un campo distinto al campo dominado por el conjunto de las fuerzas de la Naturaleza. De otro modo, si se pretende mantener a la fe teologal frente a la dictadura natural, entonces estamos en presencia de una descomunal malinterpretación: confundir la fe como conocimiento, mezclar la fe con lo que debe fundamentar la conducta. De ahí, de ese tropiezo, se llega a la justificación de actos atroces en contra de la humanidad por los cuales la religión, vulgarmente interpretada, se ha ganado tan mala fama.

La fe teologal tiene su justo lugar en formas simbólicas de expresión estética, donde la libertad de conciencia tiene su pleno desarrollo sin presunciones exageradas y sin las consecuencias negativas provocadas al mezclar indebidamente la fe teologal con el campo del realismo. El pensamiento religioso es una interpretación simbólica que comparte el mismo ámbito que el pensamiento poético. La más sublime reverencia y devoción a la idea de lo absoluto —lo sagrado— puede ser expresada libremente y sin límites en el campo poético. Nadie está obligado a aceptar como cierto o falso el contenido de la expresión estética. Ya esto representa un significativo desarrollo de la subjetividad, ya sirve para la vida interna, personal; y al manifestarlo, ya muchos podrían disfrutar y enriquecerse por tal subjetividad a través del pensamiento estético y de su ejercicio.

La libertad de conciencia reina suprema en el pensamiento religioso profundo, así como lo hace en la alta poesía. Una conexión intensa con el lenguaje y con las bases de lo humano, una fantasía creadora y una pasión intelectual, una viva imaginación al filosofar y al teologar, caracterizan a una alta poesía, del mismo modo que caracterizan al ejercicio teológico-filosófico.

Si alguien interpreta estos párrafos como una denostación del pensamiento religioso vulgar —no especializado, por ejemplo el biblicismo o literalismo bíblico—, no está muy lejos de mi intención de fondo; pero enfatizo, claro debe quedar, que no denuesto en modo alguno a las personas en sí, sino a las consecuencias sociales provocadas por las malinterpretaciones populares e incautas. Del mismo modo, si alguien interpreta mis palabras como una exaltación al esmero por indagar y explicarse ese sentido místico-religioso profundo de la vida humana, entonces se acerca a la comprensión de lo valioso en perseguir una teoría teológica libertaria.

Parece necesario aclarar que una teoría teológica puede plantearse tanto para intentar legitimar a los sistemas doctrinales establecidos —por ejemplo por las tradiciones abrahámicas— como para instaurar un nuevo orden en el imaginario personal que nos exima de los agotados dogmatismos de dichos sistemas religiosos establecidos. Dada la gran cantidad de personas que supuestamente son muy religiosas en nuestras sociedades y que al mismo tiempo han sido defraudadas en exceso por sus sistemas doctrinales dogmáticos al no ser debidamente informadas de qué es la religión, es que se hace relevante promover una cultura de indagación teológico-filosófica que nos ayude a proseguir «en la búsqueda de respuestas últimas congruentes con las respuestas próximas que ofrece la realidad científica de la Ciencia natural. Pero sin el temor ni el temblor que proponen las agotadas teologías basadas en dogmas; es decir, sin el opio religioso» —¿Para qué teología filosófica?

La religión, como forma simbólica, servirá también para conocernos a nosotros mismos. Sucede como en la apreciación estética: al reflexionar sobre nuestra experiencia ante una obra artística llegamos a conocer más de nosotros mismos que de la obra en cuestión. El escritor irlandés George Bernard Shaw dijo algo como «El espejo se usa para verse el rostro; el arte para verse el alma». Una teoría teológica, ya sea insulsa o profunda, dice más de quién se la apropia que dice de los dioses.

Bibliografía propuesta

  1. Cuestiones estéticas y artísticas contemporáneas. Adolfo Sánchez Vázquez. Fondo de Cultura Económica. ISBN 968-16-6790-5.

  2. Historia de la estética. Raymond Bayer. Fondo de Cultura Económica. ISBN 978-968-16-2224-4.

  3. Interpretaciones de poesía y religión. George Santayana. KRK Ediciones. ISBN 978-84-8367-058-3.

  4. Creatividad. Edward de Bono. Editorial Paidós. ISBN 978-84-493-2080-4.

  5. Lateral thinking. Edward de Bono. Harper Perennial. ISBN 978-0-06-090325-1.

Libertad y teoría de los valores‏

La aportación acerca de este tema está en elaboración.

Sunday, March 4, 2012

A la fecha

La semilla para el trabajo filosófico germinaría en función de qué y cómo se nutra tal semilla; en buena medida, esa nutrición está en las manos de cada individuo. De la destreza para llevar a cabo la acción de pensar, con claridad y con esmero, depende la calidad de nuestras aportaciones ante los enormes problemas de la especie humana hoy. Todo está entrelazado, como lo sugiere la ciencia moderna con su aproximación a la realidad física a la fecha, y por lo tanto mis acciones afectan al todo. De ahí la importancia de mejorar en la acción de pensar pues de tal se desprende mi conducta consciente.

Así pues, la riqueza del recorrido durante este seminario de introducción a la filosofía depende de cada cual y de su disposición para indagar a fondo los temas planteados; los cuales son temas generales que pretenden abarcar tan sólo una parte de los temas característicos del ejercicio filosófico.


Piensa

«A partir del profesar el oficio de pensar algunos tenemos apenas un insignificante e insípido brote mientras que hay filósofos que, por su esmero y su dedicación a la duda, ya cuentan con una rebosante floresta»piensa.

¿Cuáles son las reflexiones a la fecha en este seminario? Una lista de tales aportaciones se incluyó en una página, más a menos, a mitad del recorrido y la aportación nueva desde entonces la incluyo aquí: